Capítulo 11: La vida no es fácil

 

11

LA VIDA NO ES FÁCIL

Había pasado casi tres largos años desde que Terry había vuelto al grupo de teatro Stratford. Su desempeño actoral fue mejorando a tal punto que era considerado una de las grandes revelaciones de 1918. La suerte le sonreía en ese campo gracias a su esfuerzo por sobresalir y ser el mejor.

Mas en su vida personal, detrás del escenario, el interpretaba un drama propio de los que él representaba. Desde que Terruce Grandchester había elegido por voluntad propia quedarse al lado de la actriz Susannah Marlowe, su vida se tornó gris, sin esperanza.

Resignado a su destino, Terry era otra persona en la intimidad del hogar donde vivía con Susannah. Cumplió su promesa de quedarse y asistirla personalmente. Pero solo eso nada más. El la veía como una amiga. Ella en cambio, lo amaba hasta límites insospechados. Cuidaba cada detalle de su vestimenta antes de que Terry saliera al escenario. Además, colaboraba como guionista en cada obra que se ponía en escena.

Veía por cada necesidad que él tuviera. Que si necesitaba ropa limpia, ella enviaba a la lavandería religiosamente la ropa usada diariamente. O si le apetecía comer, ella indicaba a la cocinera como debería estar la sazón para que Terry disfrutase de la comida. Que si necesitaba esto o lo otro, ella estaba detrás.

Si necesitaba leer el diario, ella se ofrecía a leérselo. De mala gana Terry aceptaba. Se sentía acosado, encarcelado.

El tener que soportarla le hacia la vida difícil a Terry. Ya se había dado cuenta de que ella tenía un afán por él. Quería estar en cuanta reunión asistiera, en cada conferencia de prensa, en cada entrevista que el concedía a la revistas de espectáculos o a la radio. Desde que ocurrió tan lamentable accidente en que perdió una de sus piernas, Susannah fue formando parte de la vida de Terry hasta el punto que ya no tenía tiempo solo para él. También Susannah quería ser parte de ese tiempo. Los celos enfermizos también estaban haciendo estragos en la relación forzada que formaron aquella noche en el hospital.

Y Terry no lo iba a tolerar mucho tiempo más. Una mañana mientras desayunaban, Susannah leía el diario. De pronto, una noticia la impresionó.

- Terry, ¿Has leído las noticias? Karen Klein la famosa actriz de Broadway, dará una fiesta en su mansión con motivo de su próximo compromiso con Rudolf Steiner, hijo de un empresario hotelero, accionista del hotel Waldorf Astoria, el más lujoso e importante de Nueva York. ¿Qué opinas?

 

- ¿Yo? Pues me alegro por Karen. Es una buena actriz y una buena chica.

 

- ¿Iremos verdad? No me perdería por nada esa recepción.

 

- ¿Piensas asistir? Personalmente no sé si pueda. Tengo que ensayar.

 

- ¿Pero Terry? ¿Acaso vas a ensayar todo el día? Es solamente dos horas que estaremos allí y nos retiramos.

 

- Ya te dije, no sé si pueda.

 

- Ya veo. Si ella te lo pidiera personalmente, no lo pensarías dos veces…

 

- ¿Qué estas queriendo decir?

 

- No vas porque sabes que ella te gusta, si voy contigo te echaré a perder el plan. ¿No es así?

 

- ¿De dónde has sacado eso de que Karen me gusta? Hemos actuado juntos en muchas ocasiones y jamás se ha dado siquiera ningún acercamiento íntimo. Solo somos buenos amigos y compañeros de trabajo.

 

- ¡No te creo! Tú lo acabas de decir. Han sido muchas veces en que han actuado juntos y a mí no me consta...

 

- ¡Cree lo que te dé la gana! Tus celos enfermizos me tienen harto. Me has echado a perder el desayuno. ¡Me largo de aquí!

 

- ¡Eres desconsiderado y cruel conmigo! ¡Lo di todo por ti! ¿y es así como tú me lo agradeces?

 

- ¡No me impongas tu agradecimiento! ¡No te pedí que te hicieras la mártir por mí! ¡Me hubieras dejado a merced de las luces! Entonces otra seria tu suerte.

 

- ¡Yo lo hice porque te amo! ¡Te amo más de lo que tú imaginas!

 

- ¡Pero yo no, Susannah! ¡Yo no! ¡No me pidas más de lo que te puedo dar!

- ¿No has podido olvidarla, verdad?

- ¿Por qué tienes que meter a Candy en esto?

- ¿Aun la amas? ¡dime!

- ¡Si! ¡Si! Si eso es lo que quieres saber... ¡Siempre es igual contigo! ¡siempre celándome! te pertenezco en el cuerpo, pero en el alma, yo sigo siendo fiel a ella.

- Terry... solo quiero que me ames un poco... ¡Ámame por favor!

- No Susannah. No puedo. Lo siento. Esta conversación es inútil. Basta.

 

- ¡Entonces vete! ¡Déjame sola con mi dolor! ¡Vete!
 

Tomando su abrigo y saliendo apresuradamente, Terry abrió la puerta y desapareció tras ella. Susannah se quedó con los ojos fijos en la puerta. Aferrándose firmemente a su silla de ruedas, le lanzó cuanto adorno estuviera a su alcance, haciéndose estos añicos. Solo así, ella pudo dar rienda suelta a sus lágrimas y llorar amargamente.

 

 

CONTINUARA...