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LOS FUNERALES DE STEAR
Una inusual reunión tenía lugar en la estación del tren en Chicago. Largas filas de vehículos pugnaban por transitar en las avenidas que la circundaban. Elegantes limusinas se habían estacionado en frente del acceso principal. Una carroza fúnebre esperaba el traslado del caído en la gran guerra.
Muchos días angustiantes pasaron desde que Albert fue personalmente a Francia para reconocer el cuerpo maltrecho de su pariente, y embarcarlo en el primer navío rumbo hacia el puerto de Nueva York. Ahora estaba nuevamente de regreso.
Había llegado hacía pocos instantes, en el tren de las 10 a.m. desde la ciudad de la Gran Manzana. De un coche de tren especial, un grupo mixto de aviadores pertenecientes a la fuerza aérea de los Estados Unidos y de Francia respectivamente, extrajeron el féretro cubierto con la sagrada bandera americana. Alzado y colocado en los hombros, los militares avanzaron lentamente hacia el hall principal en dirección hacia la carroza que aguardaba trasladar los restos del héroe hacia su última morada.
Los parientes vestidos rigurosamente de luto, observaban el traslado en completo silencio. Había un ambiente de tristeza por la llegada al fin del miembro más talentoso de la familia Cornwall.
Maurice y Beatrix Cornwall contenían hasta donde les era posible su dolor. Archie estaba en todo momento al lado de sus padres brindándoles consuelo por la pérdida del hijo que no vieron crecer y hacerse maduro. Sus negocios y viajes los habían llevado hasta el medio oriente. Cuando les avisaron de la noticia, se encontraban en Arabia Saudita.
Cercana a ellos, la tía abuela Elroy estaba asistida por George y las criadas de su confianza. Soportaba a duras penas esta traumática experiencia. Como si no hubiera sido suficiente con Anthony, fallecido años atrás, ahora se sumaba la perdida trágica de Stear, uno de sus más queridos y engreídos sobrinos.
Albert se estaba encargando de ultimar los detalles para el traslado del cuerpo. Su semblante denotaba también tristeza y nostalgia por aquel ingenioso y buen muchacho.
- ¿Está todo listo para salir fuera? –preguntó Albert al empleado de la funeraria.
- Si señor Ardley. Ya está todo listo.
Grupos de curiosos se congregaron en la puerta de la estación. La policía tuvo que desalojar enérgicamente a la masa que se agolpaba a cada instante. Los fotógrafos de la prensa también pugnaban por tener la mejor ubicación y retratar a los distinguidos personajes que eran noticia en ese momento. Reporteros con libreta en mano comenzaban a escribir la noticia que pronto saldría publicada en los diferentes diarios de Chicago.
Entonces, tanto los deudos como los militares empezaron a salir.
- ¡A un lado! ¡A un lado! ¡Despejen la entrada! –gritaban los policías.
- ¡Señor Cornwall! ¿tiene usted algo que decir sobre la muerte de su hijo Alistair? –le preguntan los reporteros mientras el flash cegador de la cámara lo perturba.
- En este momento no diré absolutamente nada. ¡Por Favor, comprendan mi dolor!
En medio de una accidentada salida, los aviadores colocan el féretro dentro de la carroza y ellos suben a un camión militar. Lo mismo hacen los deudos que a toda prisa suben a sus respectivos coches en medio de una nube de reporteros, fotógrafos y gente en que la policía trataba de poner el orden.
Formando una caravana, todos se dirigieron hacia las afueras de la ciudad rumbo a Lakewood, en el condado de Mc Henry.
Solo fueron a recibir a Stear sus parientes cercanos. Los amigos y el resto de los miembros de las familias Cornwall y Ardley esperaban pacientemente la llegada del cortejo fúnebre. Un viento frio circundaba Lakewood. Las hojas secas se arremolinaban y volaban entre los árboles. El caprichoso clima acentuaba la tristeza que se vivía en la propiedad.
Candy, Annie y Patty habían llegado hacía poco. Habían acordado las tres dirigirse juntas hacia Lakewood. Candy pasó primero por Annie que vivía con sus padres en su casa de Chicago. Luego ambas pasaron por Patty, que vivía con su abuela en las afueras de la ciudad. Sus padres aún seguían viviendo en Florida.
Ellas también vestían de luto riguroso, con sombrero y mantilla. Desde antes de llegar, Candy y Annie estuvieron confortando a su amiga. En el camino estuvo llorando amargamente. Los días de espera habían sido demasiado para ella. Tenía los nervios a flor de piel. El saber que pronto estaría cerca de Stear, empeoró más su estado. La acompañaron a sentarse en una de las múltiples sillas preparadas para los invitados.
- No puedo… ¡No puedo más! ¡Lo extraño demasiado!
- ¡Cálmate amiga, por favor! Pronto pasará este amargo momento –dijo Candy.
- ¿Calmarme? ¿Cómo puedo calmarme? No… ¿Cómo me pides eso Candy? ¿Acaso tú has perdido a Terry? ¿sabes cómo me siento realmente?- dijo Patty llorando.
- ¡Patty, no sabes lo que dices!- dijo Annie – ¡no seas tan dura con ella!
- Ella alguna vez lo podrá ver… hablar con él. ¡Yo no! ¡nunca podré sentirlo más junto a mí! ¡Nunca más oiré su voz, ver su dulce sonrisa, respirar de su aliento! ¡Nunca! ¡Nunca más!
Candy estaba a una distancia cercana. Con la cabeza inclinada y una mano en el corazón ella escuchó estoicamente las palabras llenas de reproche y dolor que Patty sentía en esos difíciles momentos. Las lágrimas corrían por sus ojos.
Dejando a Patty unos momentos, Annie se acercó a su amiga y la abrazó con ternura. Ella se abrazó a su vez fuertemente de Annie.
- Candy lo siento, no pensé que ella se comportara así y hablara todas esas cosas tan hirientes. Patty está afectada por todo esto. No se encuentra bien. Por favor, no hagas caso de todo lo que dijo. Ella es tu amiga… se comprensiva con ella.
- Está bien… todos estamos afectados. Debemos mantener la serenidad.
- Gracias Candy. admiro tu fortaleza aun en estas horas tristes.
En la distancia, los criados se apresuraban a abrir las rejas de hierro forjado de la propiedad de los Ardley. El cortejo había llegado. Uno a uno los vehículos de la caravana ingresaron hasta la explanada preparada especialmente para esta triste ocasión. Descendieron de la primera limusina los padres de Stear y Archie. De la segunda, la Tía Abuela Elroy y Albert. También hicieron lo mismo los militares de su vehículo los cuales formados rigurosamente a la voz de mando del superior, se encaminaron hacia la carroza fúnebre y extrajeron el féretro.
Nuevamente a la voz de mando alzaron el ataúd en hombros y con rítmica marcha se encaminaron hacia el centro de la explanada para rendirle honores militares. Formados en semicírculo, los aviadores se colocaron en posición de descanso mientras que un militar francés entonaba con la corneta el último adiós a un valiente.
Las familias en pleno, se habían colocado en sus respectivos lugares, según el orden de importancia. En primera línea los padres de Stear y Archie, la Tia Abuela Elroy y Albert. En seguida, las demás familias que conformaban el clan de los Ardley. Luego las amistades cercanas. En sus rostros acongojados se podía notar la pena que embargaba sus corazones.
Las chicas observaban la ceremonia a cierta distancia. Patty estaba más tranquila después de haber llorado mucho. Annie la acompañaba. Solo Candy estaba algo más apartada de ellas. No era fácil olvidar las palabras de Patty. Estaba dolida por lo sucedido.
- El separarme de Terry también es como si lo hubiera perdido. Yo también no puedo olvidarlo. ¡Me duele tanto!
Un ruido atronador la hizo estremecer y volver a la realidad. Los militares hacían los saludos respectivos con sus armas a la memoria de Stear. Se repitieron varias veces. Luego los aviadores se retiraron en orden para dar paso a la misa de cuerpo presente que se iniciaba en ese momento. El sacerdote de la localidad pidió silencio y unos segundos después les indico ponerse de pie a todos los asistentes.
- “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen”
- La gracia de Dios este con todos ustedes…
- Y con tu espíritu –respondieron todos.
- “Hermanos, estamos aquí reunidos esta mañana para despedir y encomendar al creador a quien en vida se llamó Alistair Cornwall, que falleciera en circunstancias trágicas hace un mes atrás. Siempre es triste despedirnos de nuestros familiares cuando llega a término su existencia, más aun cuando ha llegado a su término en circunstancias no naturales. Nos afecta sobremanera la partida repentina de una persona tan joven que tenía como nosotros ganas de vivir, anhelos para el futuro. Dios, en su infinita providencia quiso que Alistair estuviera ya a su lado”.
- “A nuestros ojos esto puede parecer injusto pero nuestro creador siempre busca lo mejor para cada una de sus creaturas. Los designios del Señor son misteriosos. Solo nos queda como simples mortales creyentes en El, tener resignación y acogernos a su misericordia.”
La ceremonia prosiguió. Mientras todos escuchaban atentos, Candy se apartó del grupo y caminó en dirección a la capilla familiar. Dos personas habían notado que Candy se dirigía hacia allá. Intercambiaban miradas…
- ¿Estás viendo lo que yo veo Elisa?
- Si Neil. Candy está aquí. ¿Quién la habrá invitado?
- Seguro que el Sr. William. Parece ser que el gusto por la huérfana no ha cambiado.
- ¡Ja! Así parece. Mejor que estemos en Florida para no cruzarnos con ella. ¡La detesto!
- Ustedes dos ¿Quieren callarse? –dijo la Sra. Leagan.
- ¡Lo sentimos madre! -Dijeron a dúo Neil y Elisa.
Llegaba así la parte final de la misa. Luego de meditar unos segundos, el sacerdote se acercó hacia el ataúd.
- “Oremos…” –todos los asistentes se pusieron de pie.
- “Que tu bondad y misericordia Señor, inunde los corazones de los familiares y amigos del quien en vida fue Alistair Cornwall. Que tu amor lo encamine hacia ti y pueda así encontrar la paz eterna. Amen”.
- Amen –respondieron finalmente todos.
La ceremonia había concluido. El sacerdote echó agua bendita sobre el ataúd y después de dar el pésame a los familiares directos, se retiró. Al punto, la campana de la pequeña capilla empezó a sonar lastimeramente. Los empleados de la funeraria comenzaron a cavar un hoyo para que descansen los restos de Stear en el camposanto de la familia.
Todos observaron en silencio como los obreros colocaron cuerdas para bajar con seguridad el ataúd hasta el fondo de la cavidad. Cuando llegó al final, se retiraron las cuerdas. Los familiares, uno por uno desfilaron ante el féretro y le arrojaron una flor como señal de despedida. Los obreros ya empezaban a cubrir el ataúd. Culminado el trabajo, colocaron una placa tallada en piedra de granito coronada con una cruz. La inscripción decía:
Alistair Cornwall
15-4-1895
23-5-1917
eeeggg
Réquiem in Pace
eeeggg
La señora Cornwall y la Tía Abuela Elroy se desmayaron de la impresión.
Tuvieron que ayudarlas a recobrar el sentido. Archie sostuvo por un momento a la Tia Abuela hasta que Albert, George y las criadas la ayudaron. Luego fue donde su madre. Patty estaba en shock. Solo atinaba a mirar fijamente el lugar donde reposaría Stear para siempre. Annie estaba a su lado. De pronto, unos gritos rompieron la monotonía del lugar. Los asistentes sorprendidos, voltearon a ver que sucedía.
- ¡Stear, tú me prometiste que volverías! ¡Tú no puedes estar muerto! ¡No! ¡No! ¡No!
- ¡Patty! –dijo Annie.
- ¡Alistair! ¡Alistair! ¡Tú me prometiste…! Me prometiste… prometiste…
- ¡Oh Patty…! Archie… ¡Ayúdame!
El saber que su amado estaba allí a su lado, inerte dentro de esa caja de madera, fue demasiado para ella. Se desmayó después de sufrir mucho por él. Archie la tomó en brazos y la llevó hasta una silla de las que había allí cerca. Annie lo siguió. La señora Cornwall, un poco más repuesta, fue hacia donde estaba Patty.
- ¡Pobrecita hija mía! Ella amó verdaderamente a mi hijo…
- Si madre, ella lo amo demasiado –dijo Archie.
- Tu padre y yo queremos hablar con ella cuando se restablezca. Díselo hijo.
- Lo haré, madre.
La madre de Archie fue a buscar a su esposo, no sin antes acariciar y besar tiernamente a Patty, que aún no despertaba.
En la capilla, una solitaria Candy oraba por el alma de su amigo.
- ¡Querido Stear, descansa en paz! ¡Amen!
- Se vienen a mi mente tantos y tantos recuerdos… tú estarás en mi mente y en mi corazón siempre. Como no recordarte…
- Cuando estaba contigo, me hacías reír con tus ocurrencias y me divertía todo el tiempo… ¿recuerdas aquella vez en que caímos con tu auto al lago?
- Y cada ingenioso invento tuyo que siempre… fallaba. Me gustó tu barco volador. Hasta ahora me admiro de tu capacidad de crear. Lástima que ya no pueda tener en mis manos más inventos tuyos.
- La cajita de música. Aquel día en que me fui a Nueva York. Tú llegaste corriendo. Aun me parece escuchar tu agitación. Y pensar que era la última vez que te vería.
- ¿Por qué no me di cuenta que estabas diferente de otras veces? Tú querías decirme algo pero no pudiste. Solo me diste la cajita de música y tú ultimo adiós.
Casi sin darse cuenta, se encontró llorando inclinada sobre el banco de la capilla.
¡Adiós Candy! ¡Adiós Candy! -sentía en su mente las palabras de despedida de Stear. Una cálida mano toco el hombro de Candy. Al instante ella volteó a ver quién era…
- ¿Usted es la señorita Candice White?
- Sí. ¿Y usted es…?
- Vincent Brown, soy el padre de Anthony
- ¿El padre de Anthony? –preguntó asombrada
- Al fin te conozco. Archie y Stear me hablaron muy bien de ti.
- Me alegro de conocerlo señor.
- ¿Te parece si salimos a caminar un poco?
Candy y el Sr. Brown caminaron lentamente alejándose de la capilla. El camposanto se podía observar a unos metros de allí. Los últimos invitados a la ceremonia, partían en sus autos. El lugar iba quedando solitario.
- Acabo de llegar junto con los padres de Stear y Archie.
- ¿Los señores Cornwall?
- Sí. Estaban ansiosos por ver a sus hijos después de mucho tiempo de estar alejados de ellos por tema de negocios. Lástima que, recibieron la noticia en el extranjero de que Stear había muerto en acción bélica. Ellos ignoraban que su hijo mayor estuviera participando en la gran guerra en Francia. Ha sido una pérdida irreparable. En estos momentos están muy dolidos.
- Al igual que usted cuando perdió a Anthony…
- Si, así es. Yo sufrí mucho aquella vez. Mi chico había partido tan joven…
- Yo lo lloré mucho. Él había sido mi amigo. Tan bueno y amoroso conmigo… -dijo Candy.
- Pues Anthony fue feliz al haberte conocido…
- Y Stear fue feliz el tiempo que estuvo al lado de Patty.
- Todo sufrimiento, por más doloroso que sea, terminamos siempre por superarlo -dijo el Sr. Brown- Permíteme…
El Sr. Brown limpió el rostro mojado de Candy, con mucho cariño. Ella observaba su rostro amable. Le sonrió levemente. Su corazón se conmovió. Lo abrazó fuerte.
“Ojala el Sr. Brown fuera mi padre. Puedo percibir su calidez, la forma tan dulce de tratarme. ¿Es que así son los padres, dulces y cálidos? Qué bueno es…” – meditaba mientras lo abrazaba.
- ¿Te sientes mejor corazón?
- Sí. Muchas gracias. Necesitaba este abrazo –le dijo sonriendo.
- Ya acabó la ceremonia. Debo de irme.
- ¿Adónde ira Sr. Brown?
- Veras, soy marino y tengo cosas pendientes que resolver en Europa. Estaré ausente de América por mucho tiempo. Espero que cuando regrese, nos volvamos a encontrar.
- Estaré pendiente de su regreso.
- ¡Animo! Quiero verte sonreír la próxima vez ¿Eh? ¡Hasta Pronto!
- ¡Hasta Pronto Sr. Brown!
El padre de Anthony se dirigió caminando hasta el aparcamiento donde estaba su auto. Candy se quedó observando como la figura masculina se desvanecía en la distancia. Se dirigió hacia la mansión Ardley.
Caminando por el pasillo principal, vio salir a Annie de la sala de estar. Ella llevaba una bandeja de plata con una jarra vacía y unos vasos.
- ¿En dónde estabas Candy? Archie y Yo te estuvimos buscando.
- Yo me retiré un momento a la capilla a orar por Stear.
- Patty se puso realmente mal en el entierro. Estuvo desmayada varios minutos.
- ¡Oh! Lo siento. No lo sabía. ¿Cómo esta ella ahora?
- Algo mejor. Pero yo aún la veo y observo que no está bien anímicamente. Temo que el venir al funeral de Stear le haya afectado mucho.
- ¿Dónde está ahora?
- En esta habitación. También están Archie y sus padres. ellos están muy tristes.
Dentro de la habitación se encontraban los señores Cornwall, Archie y Patty. Los dos esposos se lamentaban por la muerte de su hijo.
- ¿Por qué? ¿Porque tuvo que pasarle esto? Nosotros no sabíamos nada de lo que planeaba Stear. Si tan solo lo hubiéramos sabido antes… y yo con mis negocios, dejando solos a mis hijos… dijo el Sr. Cornwall
- ¿Cuántas veces te lo dije Maurice? ¡Cuántas Veces! Teníamos que estar al lado de ellos. ¡Hemos sido malos padres! Debimos haberlo llevado con nosotros… y también a Archie. –dijo la Sra. Cornwall
- Dime hijo ¿Cómo era tu hermano? ¿Era más alto que tú? ¿cómo era su carácter? Yo no estuve con ustedes desde que tenían 12 años.
- Si Madre, Stear era más alto, alegre, ocurrente… una buena persona.
- ¿Por qué estaba en Europa? ¿Tú sabías de la decisión de tu hermano? ¡Dime!
- No, no lo sabía. Y aun si lo hubiera sabido, no hubiera podido hacer nada. Él ya estaba decidido. Stear se fue en silencio, sin avisar a nadie.
- ¿Por qué? ¿Por qué? Si tan solo…
- Madre, es inútil querer… que el tiempo regrese. En cualquier lugar que hubiéramos estado, él se hubiera enlistado. –dijo Archie.
- Archie… ¡Prométeme que no te iras de nuestro lado! ¡Prométeme! ¡No podría soportar si tú también…!
Su madre lo abrazaba desesperadamente en medio del llanto. Archie trataba de consolarla.
- ¡No Madre! ¡No moriré! ¡No pienses en eso! Yo me quedaré en América y viviremos juntos.
- Si Archie, encargaré todos mis asuntos en el medio oriente y vendré a quedarme en casa, como debió ser mucho antes, hijo. ¡Estaremos juntos otra vez, ya verás! –dijo llorando el Sr. Cornwall. Fue a abrazar a su hijo y a su esposa.
Patty había estado observando en silencio el drama que se desarrollaba ante sus ojos. Sentía que su cuerpo era como una hoja llevada por el viento. No parecía estar consciente de la realidad. Estaba ensimismada con el recuerdo de Stear.
“Stear, te fuiste una mañana temprano sin decirme nada… nada. Has sido cruel conmigo. Lo único que he hecho desde el día que te conocí en el colegio, fue amarte. ¿Te acuerdas cuando nos presentó Candy en el baile del Festival de Mayo? Bailamos y tropezamos. Perdí mis anteojos y tú me quedaste mirando. - ¡Que hermosa te ves sin ellos! – me dijiste. Yo pensé lo mismo de ti. Tan simpático, divertido, talentoso con tus inventos… Te fuiste sin decirme que te ibas a la guerra. ¿Qué necesidad tenías de ir? tú me prometiste volver… me lo dijiste en tus cartas desde Francia. El día que me comunicaron que ya no estarías conmigo, me sentí morir… morir.
No te pude dar ni siquiera un beso de despedida. No, no concibo vivir la vida sin ti, sin tu presencia sin tu calor, tu ternura cuando me abrazabas… ¿Qué será de mí?
Desde el sofá en el que ella estaba sentada, Patty notó que al lado de una canastilla con frutas encima de una pequeña mesita, un cuchillo pequeño había sido colocado también. Mirándolo fijamente, se levantó del sofá y con manos temblorosas lo tomó.
- ¡Me reuniré contigo…!
Candy y Annie estaban en el pasillo, cerca de la habitación. No deseaban interrumpir la intimidad de la familia Cornwall.
- Me da tanta lástima por lo que tienen que pasar los señores Cornwall. –dijo Candy
- A mí, la madre de Archie. Ella está sufriendo mucho. -dijo Annie
- Espero que encuentren pronto el consuelo que necesitan. Annie, ¿Patty aún está en la habitación?
- Sí. La dejé un momento mientras iba a la cocina a traer más agua.
- No Annie, no la hubieras dejado sola. Temo que pueda hacerse daño. En su estado no puede pensar bien las cosas.
De pronto, un ruido extraño hizo que las dos se miraran y abrieran rápidamente la puerta. Además de ver la canastilla y las frutas tiradas en el piso, vieron algo que les heló el cuerpo.
- ¡Patty! ¡No! ¡No lo hagas! –dijo Candy.
- ¡Déjame! si Stear no está conmigo, ¿de qué vale que yo siga viva? ¡Voy a reunirme con él y viviremos juntos para siempre! ¡Ja, Ja, Ja, Ja!
- ¿Qué tonterías estas diciendo? ¡Oh no!
Candy y Annie vieron con horror que Patty tenía un cuchillo en sus manos y estaba a punto de atentar contra su vida.
- ¡Patty! ¡Mírame! ¡Dame ese cuchillo! ¡Por Favor!
- ¡Tú quieres impedir que me encuentre con Stear! ¡No! ¡No te lo daré!
- Escucha a Candy por favor Patty. ¡Dáselo! –dijo Annie asustada.
- ¿Así? ¡Pues si tanto lo quiere que venga por el!
- Ella quiere cuidarte ¿O es que no lo entiendes? –dijo Annie,
Al seguir hablándole Annie, le dio el tiempo suficiente a Candy para tomar a Patty por sorpresa y quitarle el objeto. Con un movimiento rápido Candy tomó el cuchillo y lo arrojó lejos. Al ver eso, Patty fue en su busca, lo que hizo que Candy la tomara por los hombros y le diera una fuerte bofetada que la arrojó al piso. Tocándose el rostro Patty miraba a Candy… en su mano tenía otra vez el arma. Su mano temblaba.
- Esta vez lo lograré. ¡Me reuniré con él!
- ¡Eres una imbécil! ¿Tú crees que se encontraran si tú mueres? Si así lo crees… ¿Qué esperas? ¡Hazlo de una vez!
Candy estaba alterada. Su cuerpo temblaba de miedo pero también de ira y de impotencia. Annie, y también Archie y sus padres, quienes habían llegado hasta allí por los gritos, miraban la escena asustados.
- Si deseas tanto morir ¡Muere! ¡Muere ya! si así crees que te reunirás con Stear y lo harás feliz. ¡Muere!
- C.. Candy… -dijo Patty
- ¡Te juro que si tú no lo haces, te mataré yo!
- Candy, yo… yo...
Esta vez, acercándose sigilosamente pero sin perder la mirada de ella, Candy logró por fin quitarle el cuchillo. Apretó fuerte la mano de Patty y le retiró el objeto. Archie lo tomó y lo saco fuera de la habitación. Candy aún estaba llena de ira. Su rostro estaba mojado de lágrimas.
- ¡Idiota! ¡nos has expuesto a todos al peligro! ¿Qué pasó por tu cabeza?
- Yo… -dijo Patty.
Se arrodilló junto a ella. La observaba fijamente. Entonces Patty echó a llorar…
- Candy… Candy… ¡Perdóname! ¡Perdóname! ¡No quise hacerlo! ¡Créeme!
- ¡Perdóname tú a mí por haberte golpeado y haberte dicho cosas tan duras! ¡Estaba tan asustada por ti! Hice lo que hice para tratar de salvarte. ¡Perdóname amiga!
Las dos amigas se unieron en un abrazo, llorando y riendo a la vez. Annie y la madre de Archie también lloraban de alegría, aliviadas de que todo esto había pasado. Archie y su padre salieron de la habitación un momento.
- Creí que esa muchacha se iba a matar. ¡Que terrible!
- Alguien en el estado de Patty quizá lo hubiera hecho. Nosotros sus amigos no permitimos que eso ocurra. Pero todo acabó bien –dijo Archie.
- Voy a fumar un cigarrillo. Tengo los nervios de punta.
- Yo iré a tomar un poco de aire. Regreso luego padre.
- Está bien.
Archie bajaba las escaleras de la mansión y se dirigía caminando lentamente hacia el bosque cercano cuando George, al verlo, le llamó.
- ¡Sr. Archibald! ¡Sr. Archibald!
- Ah… George, ¿Qué me quieres decir?
- Lamento la muerte del Sr. Alistair. Mis condolencias para Ud.
- Gracias George. Te veo algo decaído...
- Si, su muerte me ha afectado mucho. Tantos años de servir a la familia y compartir mi vida con Ud. y con el Sr. Alistair, me han hecho encariñarme con ustedes.
- George, eres un buen amigo y confidente. Gracias por tu amistad.
- Han llegado también los efectos personales de su hermano. Están en la habitación de sus padres.
- Muchas gracias por avisarme. Iré en un momento.
Archie estuvo caminando por unos minutos. Luego, apoyándose en un árbol, pensaba en lo afortunado que había sido de tener un hermano como Stear.
- Stear, hermano… todo el mundo te amaba. Que afortunado he sido de tenerte conmigo. Aunque tú no hubieses sido mi hermano, yo te habría querido igual. Eras una buena persona y lo demostrabas siempre y en todo lugar. Casi nunca te enfadabas, al contrario, siempre solucionabas los problemas con una sonrisa. Dios te conceda el descanso eterno. Algún día nos veremos…
Los padres de Archie y Stear estaban en su habitación. Patty estaba con ellos. Estaban viendo los efectos personales que habían llegado junto con Stear desde Europa. Maurice Cornwall quito la tapa del embalaje de la caja de madera y dentro, los tres observaron los diferentes inventos de Stear, binoculares, su gorro de aviador, su reloj de pulsera entre otras cosas. Beatrix Cornwall fue sacando uno por uno los objetos y colocándose de rodillas delante de ellos, empezó a examinarlos con suavidad.
- Mira Maurice, aun estando en la guerra, no dejaba de inventar estas cosas. Los inventos que a él tanto le gustaban hacer y deleitar a sus amigos. Hijo mío…
- Beatrix, prometiste no llorar. ¿recuerdas?
- Señora, mire esta cajita…
Patty se había fijado en una pequeña caja de cartón. Llena de curiosidad, abrió la caja y encontró a 2 marionetas, confeccionadas con sumo detalle. Una parejita, vestida ella con un vestido y un gran lazo, con unos lentes enormes y él, con un abrigo color blanco, corbata azul, y lentes redondos. En su cabeza, una gorra informal muy simpática. Ambos muñecos tenían también grabadas en sus trajes las iniciales A y P.
- A y P… ¡Alistair y Patty! Nunca Stear me mostró esto. ¿Y esta nota?
“Querida Patty, espero algún día mostrarte este mi último invento que lo hice pensando en ti cuando estas triste. Ojala que al verlo, te arranque alguna sonrisa. Cuando tu estas triste yo sufro por ti y cuando ríes, mi corazón ríe contigo.
Cuando vaya próximamente a América los tendrás en tus manos. Ya veo tu carita feliz. Te veré pronto mi amor.
Stear.”
- ¡Alistair! Alistair! –decía Patty entre sollozos.
- Patty, me prometiste que no llorarías. Me harás llorar a mí también…
- Lo siento señora. Es que esto… es más fuerte que yo… no puedo olvidarlo. Permítame llorar una vez más…
Madre y novia se abrazaron mientras lloraban la pérdida de su amado Stear. Archie, que había estado escuchando desde la puerta la conversación, no pudo contener su tristeza. Y entre lágrimas dijo para sí:
- ¡Gracias Patty! Gracias por haber amado tanto a mi hermano. Dios te bendiga…
Candy y Annie estaban sentadas en una banca del jardín de las rosas hasta donde llegaron para disiparse un poco de los momentos angustiantes vividos con Patty. Las dos amigas estaban maravilladas que las rosas de Anthony aun florecieran en gran cantidad.
- ¡Como huele a rosas! Este jardín sigue igual como siempre. Bello. Recuerdo cuando Anthony cultivaba personalmente sus rosas. El me las mostraba con orgullo. Anthony… Stear… ¡Cuantos gratos momentos pasamos aquí!
- Fuiste feliz cuando Anthony estaba a tu lado ¿No es cierto?
- Si, fui feliz. Él fue mi primer amor. Me sentía tan bien en su compañía... Mi corazón latía fuerte cuando él me llevaba en su caballo blanco. Ambos sabíamos bien que nos amábamos. Yo estaba a punto de confesarle abiertamente mi amor pero el destino cruel, me lo arrebató. Yo me quería morir Annie.
- Lo sé. ahora comprendo cuanto has sufrido.
- No soportaba tanto dolor. Era demasiado para una muchachita como yo que experimentaba por primera vez el amor.
- Te visité aquella vez para conversar contigo y levantarte el ánimo...
- Y te agradecí por haber venido. Días después regresé al Hogar de Pony. Y me quedé con la señorita Pony, la hermana María y los niños hasta que fui a estudiar al colegio San Pablo en Londres.
- Ahora Stear también se fue. ¿Por qué? ¿Por qué a el? Tan amable y cariñoso con nosotras, con todo aquel con quien tenía amistad. Me hacía reír con sus ocurrencias.
- No puedo olvidar ese día, ese día en que me fue a despedir a la estación del tren. Su expresión triste y pensativa. No era el mismo. Su cajita de la felicidad me llenó de paz cuando me separé de Terry. La imagen de su rostro aun la tengo en mi mente. Su dulce recuerdo perdurará en mí.
- Y en mí también. Stear fue una persona especial e importante para todos nosotros. Candy, su influencia en nuestras vidas nos marcó para siempre. Nunca dejaré de recordarlo… ¡Oh! Archie debe de estar aun con sus padres. No lo he visto hace un buen rato –dijo Annie.
- ¿Por qué no lo buscas? Él debe necesitarte ahora que está pasando por esta pena. Yo me quedaré un momento más aquí.
- Está bien Candy.
Annie se dirigió a la mansión. Mientras iba caminando vio a una persona que salía de allí vestido de gala… ¡Era Archie!
Su primer impulso fue correr hacia él pero prudentemente observó que es lo que hacía. Se encaminaba vestido con traje escoces y una gaita hasta el camposanto familiar donde un par de horas antes se había realizado el sepelio de Stear. Lo siguió hasta allá.
Parado a cierta distancia de su lápida, Archie la observaba en silencio. El meditaba…
“Prometimos no volver a tocar la gaita después que murió Anthony. Pero ahora solo esta última vez, la tocaré para ti, Stear… y para Anthony. Recuerdo cuando éramos niños e íbamos de pesca al rio y regresábamos mojados. Tía Abuela nos regañaba a menudo. O cuando jugábamos en la llanura y perdíamos la noción del tiempo. Como disfrutábamos esos momentos…
El recuerdo de aquellos días permanecerá en mi memoria para siempre. Días… que no volverán.
Archie acomodó en sus labios la boquilla del instrumento y comenzó a tocar. Una lágrima corría por su rostro. Annie estaba viéndolo todo detrás de un árbol. Cuando Archie terminó la triste melodía, se quedó inmóvil, mirando fijamente al horizonte. Una mano cálida sobre su hombro, le hizo voltear aprisa. Unos ojos ansiosos buscaban los suyos. Él la abrazó fuertemente.
- Archie, lo siento tanto mi amor… ¡tanto!
- Solo abrázame… ¡No puedo más con este dolor!
Bajo el ocaso del sol, una fina llovizna caía sobre Lakewood. Nada volvería a ser igual.
No encuentro los capítulos del 7 al 10, alguien que me ayude!!! Porfis.
ResponderEliminarbusca eb un canal llamado dibujos de toda la vida.. si no busca una página llamada seriesflix y busca candy candy ahí estan todos lo capitulos, buena suerte :3
EliminarHola yo también busco esos capitulo, ojalá nos puedan ayudar, gracias
ResponderEliminarhttp://www.candycandy.tv
ResponderEliminarverla y leerla son igual de conmovedoras.
ResponderEliminarhasta llore...gracias por este capitulo.
ResponderEliminarNO PUEDO DEJAR DE LLORAR....!!!!!
ResponderEliminarHERMOSO GRACIAS!!!!