Capítulo 3: William Albert Ardley




WILLIAM ALBERT ARDLEY


Luego de un viaje de casi dos horas, la limusina se acercaba al departamento de Candy ubicado en Oak Park, uno de los varios distritos con que cuenta la gran ciudad de Chicago. 

- ¿Dónde está ubicado su departamento Srta. Candy? 

- En aquella casa de dos pisos con rejas de madera. 

Aparcándose al lado derecho de la calle, George se estacionó finalmente. 

- Bien. Hemos llegado Srta. Candy 

- ¡Gracias George por traerme hasta aquí! 

- Me complace asistirla en todo lo que necesite. Además, fue una petición del Sr. William. 

Bajando del auto, George abrió la puerta del lado de Candy. Ella se apresuró a descender. 

- ¡Adiós George! ¿Nos volveremos a ver mañana? 

- Sí, así es Señorita Candy. Debe Ud. ir a la Mansión Ardley para ser presentada como prometida del Sr. Neil Leagan y hacer público el compromiso. 

- ¡Tener que ir y dejarme maltratar una vez más por los Leagan…! Pero espero tranquila, todo saldrá bien. Albert intervendrá en mi favor para quitarme a Neil de encima. 

- Pues que todo se desarrolle de la mejor manera. Vendré a recogerla a las 10 a.m. 

- Entiendo que debe vestirse y prepararse para la ceremonia. Las señoritas Annie y Patty la estarán esperando. 

- ¡Mis lindas amigas! 

- ¡Hasta mañana! Que tenga Buenas Noches Señorita Candy. 

- ¡Buenas Noches George! Y gracias nuevamente. 

Candy quedó observando como la limusina se perdía al final de la calle. Con un profundo suspiro levanto su mirada al negro cielo estrellado. La luna llena aparecía en medio de una sutil neblina 

- Mmmm… ¡Que Noche! 

- Mañana se terminará este teatro de Neil y su familia. Después podré marcharme tranquila a Pony’s Hill. En verdad necesito un cambio de ambiente. Chicago puede ser una ciudad estresante. 

Abriendo la blanca reja de madera, ella caminaba hacia la puerta principal. La luz de la luna alumbraba el umbral de su puerta. 

キャンディ・キャンディ 


Un nuevo día comenzaba. El cielo azul y los rayos de sol animaban la mañana. Ella aún dormía despreocupadamente. El despertador de su velador comenzó a sonar. Eran las 8:30 a.m. 

- ¡Hmmm!... ¡Hmmm!... ¡Cállate! ¡Déjame dormir un poco más!... solo un poco másss… 

El sonido de un auto estacionándose y tocando al mismo tiempo la bocina, era indicativo que buscaban a una persona. Archie, Annie y Patty habían venido por ella. Sin saber que eran ellos, Candy se quejaba de mala gana del ruido que provenía del exterior. 

- ¡Grrr! ¡Déjenme dormir! ¡No toquen la bocina así! 

Archie seguía insistiendo con la bocina, mientras las chicas la llamaban. 

- ¡Candy!... ¡Caanndyy!... 

Al escuchar su nombre, ella se levantó como un rayo de la cama y se asomó a la ventana. 

- ¡Chicos! ¿Qué hacen aquí tan temprano? 

- ¡Ábrenos Candy! 

Poniéndose la bata, Candy bajó rápidamente la escalera y abrió la puerta. 

- ¡Gracias a Dios que escuchaste nuestros gritos! Cuando tu duermes te desconectas del mundo. 

- ¡Annie! ¡Patty! ¿Es verdad? ¡Oh! Lo siento mucho. Solo quería dormir un poquito más. Vengan, suban… 

Archie llevaba una maleta, Annie un neceser y Patty, un bello adorno para el cabello en su caja. 

- Pero chicos, ¿A qué se debe su visita tan temprano? 

- ¿Es que acaso no lo recuerdas Candy? ¡Hoy es la ceremonia del compromiso con Neil! 

- Te hemos traído ropa, artículos de tocador y algo de dinero para que huyas pronto. 

- ¡Archie, Annie, Patty!... ¡Cálmense! No tengo porque huir… Todo está arreglado. 

- ¿Arreglado? 

- Sí Archie. Por el momento no puedo decirles nada. Lo descubrirán en la ceremonia. 

Candy les hizo un guiño mientras que ellos se miraban con cara de desconcierto. 

- Además, George va a venir a recogerme. Yo esperaba encontrarme con ustedes en la mansión Ardley. 

- Sí, pero ante esta noticia tan desagradable, teníamos que hacer algo para evitar este error. Por eso vinimos hasta aquí. 

- ¡Gracias Archie, Annie, Patty! No tienen de que preocuparse. 

- ¿Y cómo harás ante la presión de los Leagan, de Neil, Eliza y la Tía-Abuela Elroy? 

- Me mantendré firme Annie. Me negaré a todo lo que me digan. 

- Bueno… entonces nos dejas más aliviados Candy. Ya que hemos traído ropa en esa maleta pues… ¿Qué te parece si te ayudamos a vestirte? George vendrá en cualquier momento y debe encontrarte lista. En el neceser hay maquillaje y unos pendientes que hacen juego con tu vestido. 

- ¿A ver? 

- ¡Oh! ¡Gracias Annie! ¡Son tan hermosos! 

- ¡Quedaras más bella con este adorno para tu cabello que traje especialmente para ti! 

- ¡Gracias Patty! ¡Qué Primoroso! 

Las tres estaban alegres mientras extraían de la maleta un delicado vestido de seda. Archie sonreía plácidamente… pero a poco… las chicas se miraron unas a otras. Había alguien que estaba sobrando en la habitación. 

- El caballero por favor debe dejar solas a las chicas… ¿Bien? 

- ¡Oh! Lo siento Candy… ¡Je, Je, Je, Je!... esperaré afuera. 

Mientras Archie cerraba la puerta del dormitorio de Candy, un rumor de risas se escuchaba dentro, haciendo que Archie se sonroje un poco… 

Al fin, aparecieron después de varios minutos las tres. Candy estaba hermosa con ese vestido, los sutiles pendientes y el adorno en su cabello. Sus ojos verdes resaltaban más, acentuados por el maquillaje finamente aplicado en su rostro. 

- ¡Estas espectacular Candy! 

- ¡Gracias Archie! ¡Quiero que se mueran de envidia todos los que asistan a la ceremonia!… Especialmente Neil y Eliza… ¡Je, Je, Je! 

- ¡Candy, Eres Tremenda! 

- Patty, me desquitaré un poco de todo lo que me hicieron sufrir. Los heriré donde más les duele… ¡En su orgullo! 

La pausada bocina de un auto interrumpió su plática. George había llegado para llevar a Candy hacia la mansión Ardley. 

- ¡Ya llegó George, Candy! ¡Vamos, Apresúrate! 

- Si, Si, Si… ¡Entonces Vámonos! 

Bajaron aprisa hasta llegar hasta la limusina. George se apeó del auto y abrió la puerta… 

- Señorita Candy, Señoritas, Señor Archibald… ¡Buenos Días!... por favor suba al auto señorita Candy. 

- ¡Gracias George! Siempre tan amable y tan servicial. 

- ¡A sus órdenes señorita! 

- Candy, nosotros nos veremos allá. Vamos a cambiarnos para la ceremonia. 

- Está bien Archie, Chicas… nos encontraremos en un momento más. 

El auto atravesaba rápidamente las calles de la ciudad. Candy recordaba lo que había hablado con Albert el día anterior. 

- Si, debo tener serenidad y confianza en mí misma para que no me afecte las situaciones que se puedan dar en la ceremonia. Sé que lo lograré con la ayuda de Albert. 

El portón de hierro con las iniciales de la familia Ardley se abrió para dar paso al ingreso de la limusina. Candy se sentía ansiosa por el encuentro. 

En la mansión Ardley, el salón principal estaba lleno de los miembros de la familia e invitados, quienes esperaban el inicio de la ceremonia. Hacía poco que los Leagan habían llegado. El Sr. y la Sra. Leagan, Eliza y Neil, quien estaba pendiente de la llegada de Candy. 

- Eliza, ¿vendrá Candy? No se atreverá a… 

- ¡Tranquilo Neil! Esa huérfana no podrá rechazar una orden del Tío-Abuelo… 

En otro lado del salón, Annie, Patty y Archie conversaban mientras llegaba la Tía-Abuela. 

- Candy ya debe haber llegado. Seguro que en pocos minutos hará su ingreso al salón. 

- Annie ¿Has visto la cara que tiene Neil? Se le nota lo malvado que es. Solo espera que ella llegue para llevar a cabo su plan. Y Eliza y su madre lo secundan. 

- Si Patty, lo he notado. Espero sinceramente que Albert pueda ayudarla. 

- Yo sé que Albert no dejará que Candy caiga en tan nefastas manos, dijo Archie. 

- Archie ¿Cómo dices eso? 

- Es una lástima que personas como esas sean nuestros parientes, Annie. La maldad de ellos no cesará hasta que Albert intervenga en la familia… 

Grandes mesas con vistosos manteles y vajilla y cubertería fina, esperaban el uso de los comensales. Adornos florales en las mesas y candelabros y arañas de cristal con luz de velas completaba el panorama. Los invitados a la ceremonia comentaban mientras tanto… 

- Parece que va a ser una ceremonia de compromiso magnifica, decía uno 

- ¿Te has fijado cuantos miembros de los Ardley han venido? decía otro 

- Dicen que la novia será la hija adoptiva del Sr. William Ardley… se expresaba así, una de las invitadas. 

A la llegada de la Tía-Abuela Elroy, todos se colocaron en sus respectivos asientos frente a la mesa. Neil esperaba impaciente a Candy. 

- ¿Pero dónde se habrá metido? ¡Ya debía estar sentada en su lugar! 

- Toma asiento Neil y cálmate. Ella tiene que venir. -dijo la tía-Abuela. 

- ¡Ya verá esa Candy cuando llegue…! 

Un rumor de pasos aproximándose y la apertura repentina de la puerta del salón, hicieron que todos los ojos estuvieran pendientes de la persona que ingresaba… Una joven bella, en cuyo rostro se notaba ansiedad pero también confianza y decisión, hizo su entrada al salón. El ¡Ohhh! de todos los allí presentes, indicaba que la futura esposa de Neil Leagan había causado impacto y asombro. 

- ¡Buenos días a todos! 

- ¡Candy! Llegas tarde… ¡Me has hecho quedar como un estúpido…! 

- ¡Apártate de mí, Neil…! 

- ¿Qué? 

- Señoras, Señores, les debo hacer un anuncio importante… ¡Yo Candice White rehúso comprometerme en matrimonio con Neil Leagan! 

Un nuevo y más prolongado ¡Ohhh! se escuchó por todo el salón. La Tía-Abuela Elroy no pudo ocultar su malestar dirigiéndole a Candy palabras de reproche. 

- ¿Con que derecho te atreves a desacatar una orden del Sr. William? 

- Con el derecho que le da el ser una persona libre, sin estar atada a los caprichos de una persona egoísta. 

Vestido elegantemente, Albert había llegado justo a tiempo para impedir el compromiso planeado por la Tía-Abuela y los Leagan. Los miembros de la familia Ardley no salían de su asombro. 

- Wi… ¡William! ¿Tú que haces aquí? ¿Acaso no estabas en Lakewood? dijo la Tía-Abuela. 

- Si me hubiera quedado en Lakewood, se habría consumado una injusticia contra Candy, mi hija adoptiva. 

- ¡Albert…! exclamó Candy… 

- ¡Así que eres tú! Tía Abuela, este es el tipo que vivía con ella en ese departamento fingiendo estar amnésico… 

- ¡Cállate Neil! No sabes con quién estás hablando… Entonces… esta chica… 

- Ella me cuidó mientras yo había perdido la memoria, a consecuencia de un accidente en Europa… me trajeron a Chicago y Candy como enfermera, se ocupó de mi bienestar. 

Los invitados no daban crédito a lo que veían y escuchaban. Candy observaba a la Tía-Abuela en silencio, mientras que la Sra. Elroy estaba realmente confundida por estos acontecimientos. 

- ¡Tía Elroy! ¡Echa enseguida a ese farsante! 

- ¡Silencio Neil! Esta persona es… 

- Tía Elroy, déjame que me presente yo mismo ante todos… 

- Señoras, Señores… Yo soy William Albert Ardley, el nuevo regente de la familia Ardley. 

Un nuevo y más contundente ¡Ohhh! se escuchó en el salón. Los rostros asombrados de los invitados mostraban simpatía por aquel joven regente. Neil, aturdido al oír la revelación, se tambaleó un poco y fue a encontrar refugio al lado de su familia. 

Archie, Annie y Patty, que ocupaban los asientos del medio, habían oído claramente la afirmación del Tío-Abuelo. Ellos también quedaron sorprendidos… 

- Entonces… ¡El Tío-Abuelo era Albert!... El Tío-Abuelo era… Albert era el… 

- ¡Archie Cálmate! Tu como nosotras también estamos sorprendidas, dijo Annie. 

- ¡Y pensar que siempre estuvo a nuestro lado y no sabíamos que era el Tío-Abuelo! exclamó Archie. 

Albert aún tenía que aclarar la situación de Candy. Es por eso que le preguntó a la Tía-Abuela… 

- Tía Elroy, dime ¿Cuándo pensabas decirme sobre este compromiso? 

- William, yo te iba a informar a la brevedad posible… 

- Debías habérmelo dicho mucho antes, Tía. 

- Quiero que quede muy claro que yo no consentiré este compromiso. Yo me opongo a que Candy sea casada sin mi plena aprobación. 

- ¡Albert…! exclamó Candy. 

Y dirigiéndose a los Leagan, Albert dijo a Neil… 

- Neil, ya escuchaste. Candy elegirá a su futuro esposo según su propia decisión. 

Una mirada de fastidio y de rabia, era lo que Neil mostraba en su cara. Había sido humillado en su orgullo. Igualmente la Sra. Leagan y Eliza estaban molestas por esta situación… Neil no soportó más y abandonó rápidamente el salón, ante los llamados de su madre y su hermana. 

Eliza acercándose a Candy con ojos de ira contenida, le dijo muy cerca del oído… 

- Así que te saliste con la tuya, ¿verdad? ¡Eres una… perra! 

Candy quedó mirando sorprendida a Eliza, quién también se retiró furiosa del salón. Cuando ya la perdió de vista, ella dio un profundo respiro. 

Mientras tanto, la música había empezado a sonar. Con o sin ceremonia, la fiesta continuaba entre los comentarios de los invitados por Albert y la nueva regencia del clan Ardley. La Tía-Abuela se retiró a su habitación, agobiada por lo sucedido. 

Candy se encontró nuevamente con Annie, Patty y Archie… 

- ¡Qué suerte tuviste Candy! Al fin libre de Neil, dijo Patty 

- Yo tenía mucho temor de lo que hiciera Neil al sentirse rechazado, dijo Annie. 

- El Tío-Abuelo… es decir Albert, tenía autoridad para deshacer este compromiso… y en verdad cumplió su palabra. Se enfrentó con la misma Tía-abuela… dijo Archie. 

- Es verdad chicos, Albert me cuidó y me sigue cuidando. Yo estoy muy agradecida con El y con ustedes por su apoyo… 

- ¡Oh! No tienes nada de que agradecernos. Somos tus amigos y te queremos mucho, dijo Archie. 

- Oye Candy… 

- Dime Patty… 

- Nosotros vimos cuando, después de Neil, Eliza también se marchó del salón pero antes se acercó a ti y te dijo algo malvado supongo. Yo pensé que iba a pegarte. 

- Cuando la vi aproximarse a mí, les confieso que sentí miedo. Nunca la había visto así con tanta ira. Pero soporte sus insultos porque sabía que era parte de las consecuencias que tenía que afrontar para librarme de Neil. Al fin puedo decir que soy libre otra vez. 

- Y que mejor para celebrar que todo salió bien que hacer un brindis con un fino champagne… ¡Vamos a la mesa!... dijo Archie. 

Entre risas, los cuatro se aproximaron a la mesa y brindaron a la salud de Candy. 

- ¡A tu Salud Candy! dijo Archie. 

- ¡Sí! A tu salud… dijo Annie 

- ¡Salud Chicos! Y gracias por todo, dijo Candy 

Mientras comían el delicioso buffet que había en la mesa, Albert que aún estaba charlando con los distinguidos miembros del clan Ardley, se excusó un momento de la conversación para buscar a Candy… 

- ¡Así que aquí te encuentro! Mmmm… como siempre tu debilidad es la comida. Igual que en el departamento… 

- ¡Albert! ¿Cómo dices eso? ¿Qué van a pensar Annie, Patty y Archie? 

- ¡Ja, Ja, Ja, Ja!... pero no negaras que esta delicioso… 

- Bueno… Sí. ¡Ja, Ja, Ja, Ja… 

Candy, Albert, Annie Patty y Archie, reían animadamente. Albert los acompaño a degustar los ricos platillos que se ofrecían en la mesa. 

Una vez que terminaron, Albert los dejó un momento para retomar las importantes charlas con los miembros de la familia Ardley y así conocerlos mejor. 

- Candy, te espero en el lago en 10 minutos. Quiero conversar de ciertos temas contigo. 

- Si Albert, allí estaré. 

Candy dejó a sus amigos por un momento y saliendo del salón, se encamino a los exteriores de la mansión Ardley. En el balcón del segundo piso que estaba frente al bosque que rodeaba la mansión, estaban Eliza, su madre y Neil. Ellas trataban de consolarlo. El rechazo sufrido lo hizo llorar de impotencia… 

- ¡Vámonos de aquí! ¡No quiero estar en este lugar! 

- Hijo, cálmate, ya no llores. Veras que cuando estemos en nuestra propiedad en Florida, te sentirás mejor. 

- ¡Neil ya no llores por esa! ¡Me da tanta rabia que sigas en ese estado tan lamentable por una…! Yo estoy segura que en Miami, tendrás muy buenos partidos… ¡Así que deja de llorar más! 

Ya que al cruzar el bosque para ir al lago, tenía que pasar muy cerca de allí, Candy apresuró sus pasos para no ser blanco de la ira de ellos. 

Unos metros más la separaban del lago. Al llegar, divisó un gran árbol y no resistió la tentación y se subió hasta la copa. Desde allí, vio que Albert venia… 

- ¡Albert! ¡Albert!... ¡Aquí arriba! 

- ¡Ah! Ya veo… me guardaste el asiento de honor. Espera que ya subo. 

Albert se quitó el saco y la corbata, los dejó colgados en una rama del árbol y empezó el arduo trabajo de trepar hasta la cima. 

- ¡Vamos! Falta poco… dijo Candy 

- Candy, con esta ropa no es tan fácil… ¡Uppss! Me rasgué la camisa… ¡Al fin llegué! 

- Sería mejor no tener estas ropas cuando trepamos arboles… ¿Y tú como le haces? 

- Olvidas que soy buena trepando arboles… 

- Si… ¿Quién podría superarte? 

Sentado en una rama grande junto a Candy, Albert le platicaba sobre su nuevo rol de regente de los Ardley… 

- Qué bien se siente aquí, Candy. Disfruto mucho de la naturaleza, por eso cuando estaba más joven, solo pensaba en escapar del estricto estilo de vida que había en Lakewood y de la Tía-Abuela. 

- Ahora la Tía-Abuela es ya mayor… dijo Candy 

- Justamente por eso, he tomado conciencia que no podía escapar más tiempo de mis responsabilidades… ¿Recuerdas cuando te lo dije ayer en Lakewood? 

- Si Albert. 

- Pero sigo amando la naturaleza y el aire libre, a diferencia de estar detrás de un escritorio despachando asuntos de negocios con gente importante y pensando en cómo hacer más fructífera la fortuna de la familia. Si tengo que ausentarme de Chicago, aprovecharé las oportunidades para hacer un alto en el trabajo y deleitarme visitando zoológicos o simplemente paseando por los grandes parques, que es lo que más me gusta hacer. 

- No quisiera tener el rostro cansado y apagado de la Tía-Abuela. Quizá a ella le faltó ser menos rígida con ella misma y con los demás y disfrutar más de la vida. 

- Yo estoy segura que seguirás siendo el mismo Albert de siempre, tan amable, tan considerado con los demás… me encanta que disfrutes de la naturaleza así como yo… 

- No creo merecer tantos halagos, pero viniendo de ti, los acepto encantado… ¡Ja, Ja, Ja, Ja! 

Candy y Albert reían despreocupadamente. En ese momento solo importaba el momento mágico que estaban viviendo, la conexión tan cálida que había entre ellos… ella lo miraba con ternura mientras reflexionaba sobre el… 

“… Un Tío-Abuelo tan encantador… nunca lo hubiera imaginado… pero es tal como lo deseaba... tan lleno de amor y preocupado por mí.” 

Albert notó que ella estaba ensimismada en sus pensamientos, El la hizo regresar al presente… 

- Candy, ¿En qué piensas? 

- ¿Eh? ¡Oh! En nada en particular. Pensaba que debo enviar una carta a la señorita Pony avisándole que iré pronto. 

- ¿Y ya estas lista para el viaje? 

- Casi. Solo tengo que cancelar el departamento y despedirme del Dr. Martin. 

- ¿Cuándo partirás? 

- Mañana mismo. No quiero perder ni un minuto. Ya deseo volver a ver otra vez la colina de Pony. 

- Pues entonces, debemos bajar del árbol, ¿no te parece Candy? 

- Si… ¡Ja, Ja, Ja, Ja!... ¡Vamos! 

Poco a poco, descendieron del gran árbol y volvieron a la mansión. El aspecto de sus vestimentas no estaba tan presentable como para entrar en el salón y seguir en la fiesta. A lo que Albert le sugirió a Candy… 

- Candy, será mejor que nos cambiemos si es que no queremos dar lástima en el salón a la vista de los demás. Espérame en la salita de estar, yo vendré enseguida con una ropa más apropiada. 

- ¡Gracias Albert! Aquí te espero. 

Albert subió al segundo piso por otra escalera sin pasar por el salón. Se mudó de ropa y bajó nuevamente, yendo hacia el salón. Annie, Patty y Archie estaban charlando cuando se apareció ante ellos… 

- Albert, ¿Y Candy? dijo Annie 

- Candy necesita de la ayuda de las dos, está en la salita de estar… la verdad es que no estábamos presentables para venir otra vez aquí, no pude negarme a trepar el árbol donde Candy se había subido… 

- ¡Ja, Ja, Ja, Ja! … Candy, siempre con su antigua costumbre… dijo Annie. 

- En un dormitorio para invitados del segundo piso, he dejado un precioso vestido para ella. Lo tenía guardado para alguna vez que pudiera necesitarlo. ¡Ojala le quede bien! 

- Está bien Albert, iremos para allá… ¿Vamos Annie? 

- ¡Vamos Patty! 

Cuando Annie y Patty se fueron, Albert se quedó hablando con Archie, sobre temas importantes… 

- Archie, deseo conversar contigo acerca de tu futuro, estoy pensando que podrías ser mi mano derecha en los negocios. 

- ¿En verdad lo crees así? 

- Si Archie, creo que me podrías ayudar mucho en la gran tarea que emprenderé a partir de mañana. Por eso necesitas prepararte para tomar con responsabilidad el cargo que te confiaré. 

- Albert… me quedo sin palabras. ¡Muchas Gracias por pensar en mí! 

Candy esperaba en la salita de estar. A poco, Annie y Patty aparecieron y encontraron a Candy sentada en el sillón con el rostro apoyado sobre su mano derecha. 

- ¡Candy! ¿Qué paso con tu vestido? Está en un estado lamentable… dijo Patty. 

- ¡Lo siento chicas! Es que no pude resistirme subir a ese magnífico árbol… ¿Y Albert? 

- Albert nos envió a nosotras para ayudarte a cambiarte de vestido. El guardo uno para ti hace mucho, para un evento especial como este. Esta arriba en uno de los dormitorios para invitados ocasionales. ¿Subimos? dijo Annie. 

- Sí, claro chicas… 

Subieron las tres a la habitación y allí encontraron un vestido tan bello como el que Candy llevaba puesto aún. 

- ¡Qué Belleza de vestido! dijo Patty. 

- Sí, es precioso, dijo Annie. 

- Albert siempre me sorprende, hasta en las situaciones más difíciles, él tiene todo bajo control… dijo Candy 

Se apresuraron un poco y luego bajaron hacia el salón. 

- ¡Hola Candy! este vestido también te sienta bien… dijo Archie 

- ¡Gracias! ¿Y Albert? dijo Candy. 

- Albert está charlando con importantes invitados que están interesados en hacer negocios con la familia Ardley. El me pidió que yo fuera su mano derecha en los negocios que va llevar adelante. 

- ¿Es verdad Archie? 

- Si Annie, así que voy a prepararme para ingresar a la universidad a la facultad de Administración. 

- ¡Te felicito en verdad Archie! dijo Candy 

- ¡Oh! Qué bien… ingresar a la universidad… creo que yo haré lo mismo… deseo ser maestra de niños. Me encanta estar con ellos, dijo Patty. 

- ¿Tú también Patty? Es bueno ver que mis amigos se preocupan por su futuro. ¿Has pensado que vas a estudiar Annie? dijo Candy. 

- Aun no lo sé, creo que las letras me atraen. Eventualmente podría estudiar literatura. ¿Y tú Candy? 

- Yo también he pensado mucho sobre eso. Retomaré mi carrera de enfermera, tengo pensado ir a Pony’s Hill y encontrar un puesto de enfermera en algún hospital o clínica cercana. pero si deseo continuar trabajando en lo que me gusta hacer… Ayudar a los demás a sanarse de sus heridas, tanto del cuerpo como del alma. 

- Sabemos que lo lograras Candy, dijo Archie. 

- Solo hay una cosa que me gustaría que hubiera sucedido… 

- ¿Y que es Candy? dijo Annie. 

- Ver a Stear entrando por esa puerta del salón, llegando de pronto desde Europa con ese carisma tan propio de El con su característico buen humor y genialidad. De seguro nos habría mostrado orgulloso sus condecoraciones. 

- ¡Oh Candy! dijo Archie emocionado. 

- ¡Yo lo recuerdo aun! ¡No puedo olvidarlo! dijo llorando Patty. 

Patty se refugió en los brazos de Candy, mientras ella lamentaba haber revivido aquella ausencia tan querida para ellos. 

- Perdónenme de veras, no era mi intención hacerles pasar tristes momentos pero yo también quise mucho a Stear y me duele su ausencia ahora que estamos aquí reunidos, dijo Candy, asomando algunas lágrimas a sus ojos. 

- Pronto serán los funerales, solo estamos esperando que su cuerpo llegue desde Francia. Albert se encargará de ello -dijo Archie. 

- ¿Puedo sugerir algo? ¿Por qué no nos quedamos con los buenos recuerdos de Stear y dejamos de recordarlo tristemente? Yo creo que es lo mejor… dijo Annie con los ojos húmedos. 

- Tienes mucha razón Annie. Recordémoslo como el hermano, el amigo, el novio que fue, dijo Archie. 

- Estoy de acuerdo con ustedes… Patty, ¿Te encuentras mejor? 

- Si, ya estoy mejor. Gracias Candy. 

- Archie ¿Qué hora es? dijo Candy 

- Son las 6:00 p.m. 

- Se hace tarde, debo partir… 

- ¿Pero porque tanto apuro? ¿Acaso te marcharas pronto a Pony’s Hill? dijo Archie. 

- Mañana mismo. 

- ¿Mañana mismo? 

- ¿Y el Dr. Martin? Tú lo apoyabas en la clínica feliz… dijo Annie. 

- Si lo sé. Me da mucha pena dejarlo, pero sé que comprenderá mi decisión. 

- ¿Te veremos pronto Candy? dijo Patty 

- Chicos, pueden ir cuando gusten a Pony’s Hill. Allí los estaremos esperando. La hermana María, la señorita Pony y los niños estarán encantados de verlos. 

Candy se ausentó un momento de ellos. Buscaba a Albert para decirle que sería mejor que ella partiera. Tenía que hacer maletas para el día siguiente. 

- ¡Oh! Aquí estas Albert. ¿sería posible que me marchara en este momento? 

- ¿Deseas irte ya? 

- Recuerda que tengo que irme a Pony’s Hill y debo hacer maletas… 

- Pero es verdad, ¡Como lo había olvidado! Iré a buscar a George. 

Excusándose de la conversación con sus invitados, Albert fue a llamar a George, mientras que Candy se despedía de sus amigos. 

- ¡Adiós Candy! cuídate mucho, dale mis saludos a la hermana María y a la señorita Pony. Dijo Annie. 

- Que tengas mucha suerte en tu nueva vida, dijo Archie. 

- Candy, recuerda que siempre estaremos pensando en ti, dijo Patty. 

Los amigos se despidieron con afectuosos abrazos. George se aproximaba hacia ellos. 

- Señorita Candy, el auto está listo para llevarla. Venga conmigo. 

Candy iba detrás de George mientras ellos la despedían con un movimiento de sus manos. Llegando al estacionamiento, Albert les dio alcance. 

- Candy, salúdame mucho a tus maestras, la señorita Pony y a la hermana María. Estaré siempre pendiente de ti. Cuídate mucho querida. 

- Les daré tus saludos Albert. tu cuídate también y que tengas mucha suerte en tus negocios. 

- Gracias Candy. Hasta pronto. 

Antes de subir a la limusina, Candy y Albert se quedaron mirando el uno al otro. Al instante ellos se dieron un largo y afectuoso abrazo. 

- ¡Te voy a extrañar mucho! ¿Sabes? dijo Candy. 

- Lo sé, te prometo que iré más a menudo a Pony’s Hill... 

- ¡Te estaré esperando! 

Luego de subir ella y cerrar la puerta, George se puso en marcha. La limusina partió en medio del ocaso del día llevando a Candy hasta su casa. 


キャンディ・キャンディ




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